El videógrafo y fotógrafo autodidacta con sede en Bruselas, celebra el cuerpo masculino. Desnudos, orgullosos, sus modelos vislumbran la lente que los dispara, sus músculos juegan con la luz y la arquitectura circundante. La noción de deseo está en el centro de su prácticas. Aborda la fotografía como una relación de seducción ecuánime. ¿Quién mira? ¿Quién está contemplando? ¿Quién es el objeto de este juego de seducción?
La imagen toma un sentido terapéutico. Una herramienta para entrar en lo mas profundo de sus modelos. Lo superficial queda relegado a lo mas intimo. Cada disparo genera un vinculo emocional. Una relación de confianza se establece como la base de su trabajo. Esta relación busca más bien crear un clima e iniciar un diálogo con el modelo que permita a éste aclararse sobre su propia persona y sus propios problemas, liberarse y encontrar recursos para la solución de sus conflictos, y activar siempre su propia iniciativa y responsabilidad.
En las vidas y las obras de muchos artistas de nuestra civilización está presente el sentimiento de culpa por la propia orientación sexual. Muchos de ellos han reflejado en sus obras la amargura de no haber sido aceptados por sus contemporáneos y haber tenido que ocultar a los demás algo tan natural como su sexualidad. David no sólo desnuda el cuerpo, nos presenta a sus hombres en acción, son jóvenes que se aceptan y través de la piel nos cuenta que no hay mejor amor, que el de a sí mismo y eso empieza por el auto-conocimiento.
Un acto terapéutico cargado de belleza.